viernes, noviembre 20, 2009

otros

Tengo miedo de mirar tu cara a oscuras, cuando la noche nos pilla sin mecheros, sin moviles, sin velas.
Tengo miedo de mirar tu rostro bajo una luz tenue, que genera sombras, que altera los sentidos, una luz calida, sueve, tengo miedo.
Tengo miedo de mirar tus rasgos a través de un espejo, un reflejo, de una ventana, de un cd.
Tengo miedo porque tu carne, que siempre fue tuya, se transforma en otros, tus ojos, a veces de un obrero cansado, a veces de pescador en un puerto olvidado, del joven astronauta de las vegas, de un boxeador obligado.
Tu boca cambia a cada movimiento, y mientras dejas salir arrebatadores sonidos asperos y aletargados, no se si estoy entripada o simplemente atrapada, pero mil hombres distintos se funden en tu boca, y me siento enloquecida y casi frenética por no perder la pista de ni uno, por no dejar pasar a ese niño atolondrado feliz a caballo, ni ese seco joven mirando al cerro, no quiero perder al arquitecto de melodías, ni al mecanico de sueños rotos, no quiero perder a ese que me cuenta un millar de fantasías.
Y tus manos, aquellas que hace segundo rozaron mi columna, en la oscuridad de la noche se vuelven furibundas, aspas de seda que quieren abarcar lo desconocido, que quieren transportar todo a su paso, que quieren salirse del cuerpo, despegarse, vagar libres contando historias...
Y se enciende una luz, un mechero, un movil, y ahí estás tu... ahí estás tú, como siempre, como casi siempre